Historia de Kyo - La flama que purifica
La brisa nocturna se sentía agradable contra su piel.
Los pétalos que continuaban cayendo silenciosos se acumulaban ligeros sobre
su puño fuertemente cerrado.
Si hubiese continuado de pie ahí, inmóvil, el color rosado probablemente lo
habría cubierto por completo en tan sólo un instante.
Kyo Kusanagi se había sacado los guantes y ahora observaba los pétalos
acumulados en su mano cerrada. Parpadeó de pronto y sacudió su brazo
derecho.
Los pétalos ardieron en una flama escarlata y giraron formando un breve
remolino.
El autor Motojirō Kajii era quien había escrito sobre los cadáveres
enterrados bajo los árboles de sakura, y Kyo disfrutaba leyéndolo, pero no
le cabía duda de que esas ideas extrañas seguramente habían sido inspiradas
por aquellos cerezos que florecían de noche y fuera de estación.
◆◇◆◇
Durante todo ese tiempo, las batallas en las que Kyo había tomado parte
siempre habían conllevado cierta sensación de obligación. La pelea contra
Orochi debido a los Tesoros Sagrados era una, luego la pelea contra NESTS,
quienes lo habían usado como un conejillo de indias, y ahora, su lucha
continuaba e imponía un peso invisible sobre sus hombros.
¿Cuándo había sido la última vez que había peleado libre de todo, sin tener
nada más en mente?
Al rememorar el torneo donde había conocido a Benimaru y a Daimon, se dio
cuenta de que aquel evento había sido relativamente pequeño, a nivel de
país. Era imposible compararlo con la envergadura internacional del KOF.
Entonces, ¿por qué cuando recordaba ese día sentía tanta nostalgia?
◆◇◆◇
Kyo estaba reclinado contra el tronco de un árbol sin hacer nada, cuando de
pronto su celular sonó.
—¿Kyo?
—Sí. —Sonriendo con burla ante la llamada tan oportuna, Kyo inhaló
profundamente. La fragancia del cerezo permeaba todo su cuerpo.
—Oye, ¿dónde estás? Le pregunté a tu madre y dijo que estabas en un retiro
en las montañas.
—Pues te ha engañado. Ir a un retiro en las montañas y elegir un lugar donde
el celular aún tiene señal evidenciaría una enorme falta de fuerza de
voluntad, ¿?
—Tienes razón. Entonces, ¿dónde estás?
—En el parque del vecindario, mirando los cerezos.
—Pero a estas alturas los pétalos ya deben haber caído.
—Aún están en flor en cierto lugar que sólo yo conozco. ¿Quieres venir?
—No, paso. Si se trata de hermosas flores, diría que prefiero a las que
pueden hablar.
—Como quieras. ¿Por qué llamaste?
—Por nada en particular. Sólo me dio la gana.
—Ya veo.
Era bastante improbable que Benimaru Nikaido hubiese hecho esa llamada sin
una razón concreta. Kyo no necesitaba que le dijeran que Benimaru estaba
preocupado por él.
Frotándose la nariz, Kyo murmuró:
—Eres demasiado pesimista.
—¿Qué?
—Nada.
Kyo cortó la llamada y se levantó. Con el sonido de un suave roce, los
pétalos que se habían acumulado sobre él cayeron revoloteando.
◆◇◆◇
Todo había acontecido antes de que Kyo se diera cuenta de lo que ocurría: lo
hicieron entrenar en el Estilo Kusanagi, y tuvo que comenzar a cargar el
peso del destino de los Tres Tesoros Sagrados, sin que sus propios deseos
importaran.
Cuando cumplió quince años, superó al previo sucesor, su padre, Saisyu
Kusanagi.
Desde ese día, Kyo asumió oficialmente su lugar como heredero del Estilo
Kusanagi, pero, en la actualidad, el joven sentía que su padre tal vez le
había dejado ganar intencionalmente para poder liberarse de la formalidad
del título de sucesor.
Eso no era algo que Kyo se hubiese planteado en aquellas épocas, mas la vida
despreocupada que llevaba su padre le dejó claro que no podía descartar esa
posibilidad.
En realidad, su padre había partido a un viaje al extranjero para mejorar
sus habilidades de pelea, luego de decirle que dejaba el Estilo Kusanagi en
sus manos.
«—Gracias a ese viejo irresponsable, me involucraron en esta molestia que
son Orochi y los Tesoros Sagrados sin que yo pudiera hacer nada al
respecto.»
Kyo hablaba así, pero su rostro no mostraba amargura porque, aunque era
cierto que le desagrada ocuparse de asuntos molestos, él no era ningún
cobarde que intentaría escapar de una pelea deliberadamente.
Él no quería ser encadenado por el destino, pero también le irritaba que la
gente pudiera decir que había huído por esa razón.
Sin preocuparse demasiado de su posición o su orgullo como heredero, Kyo
había luchado usando las flamas de los Kusanagi, contra Orochi y contra
NESTS.
Y así continuaría luchando contra lo que viniera en el futuro.
Aquello podía parecer un poco infantil, pero era la voluntad de Kyo.
Y a él le parecía bien.
◆◇◆◇
Kyo descendió de la colina que ofrecía una vista ininterrumpida de la
ciudad, pisando firmemente los pétalos acumulados. Poco a poco, los ruidos
nocturnos que se oían cada vez con mayor claridad lo hicieron volver al
presente.
Al elevar la vista, vio que una luna creciente brillaba en el cielo citadino
salpicado con unas pocas estrellas.
—...
Mientras observaba la afilada luna creciente, de pie en medio del puente
peatonal, oyó el rítmico sonido de unos pasos y una voz animada.
—¿Eh? ¿Kusanagi-san, es usted?
—Hola. —Al apartar la mirada del cielo, Kyo vio a Shingo Yabuki ante él,
ligeramente corto de aliento y vestido con un jersey—. ¿Qué se supone que
estás haciendo?
—¿Pues… no es obvio?
—¿Das un paseo…?
—¡Hago jogging! ¡Por como voy vestido, debería ser evidente!
—¿Oh?
—¿Cómo que «oh»? —dijo Shingo, dejando caer los hombros ante la reacción de
Kyo, quien claramente no estaba interesado.
—¿Por qué estás corriendo?
—Qué pregunta, porque es algo que debo hacer. —De súbito, Shingo cerró sus
manos con fuerza y luego lanzó repetidos golpes con el puño derecho y el
izquierdo en el espacio vacío ante él—. ¡Lo hago por el mañana! ¡Huff, huff!
¡Arde! Y todo eso.
—No digas ese tipo de cosas. No es impresionante en absoluto. —Kyo metió las
manos en los bolsillos y sonrió desdeñoso mirando el
shadow boxing de
Shingo, cuyo nivel de habilidad estaba por debajo de su determinación—. En
fin, continúa esforzándote en serio y quizá algún día conseguirás producir
algunas chispas.
—¡¿Qué?! ¿Cree que eso sucederá?
—Dije que «quizá», pero podría no ocurrir.
—Decídase~~
—No creo que suceda.
—¡Qué cruel, Kusanagi-san! ¡¿Acaso no es mi maestro?!
—Tú te proclamaste mi discípulo por cuenta propia. En fin, nos vemos.
—¡Espere, por favor! ¡El destino quiso que nos encontráramos! ¡Aproveche de
enseñarme una nueva técnica!
—Estoy dando un paseo. No creo que el destino haya tenido nada que ver.
—No diga eso…
—¡Ya basta!
—¡Ay!
Kyo le lanzó una patada hacia su persistente alumno y bajó con paso ligero
las escaleras del puente sin sacar las manos de los bolsillos.
◆◇◆◇
La luna seguía a Kyo.
Su luz, visible pese a ser tan pálida, delineaba la silueta de Kyo en una
larga y angosta sombra sobre el asfalto de la calle que bordeaba el río.
Kyo se dirigía a casa, silbando con los hombros un poco caídos.
Él tenía amigos: Benimaru, Daimon, y Shingo.
Conocía bien sus temperamentos y sus capacidades, y sabía que eran
compañeros de equipo de los que podía depender.
Pero, pese a eso, al momento de pelear, él siempre estaba solo.
Y además, tenía un vínculo predestinado que no podía encargar a terceros.
Un oponente a quien él debía enfrentar, no otros.
—...
Echando un vistazo a la luna sobre su hombro, Kyo sonrió con burla mientras
se rascaba la cabeza.
Lo recordaba cada vez que veía la luna.
—Quizá lo único bueno es que ayuda a romper el tedio —dijo Kyo para sí. Sus
manos estaban fuera de los bolsillos ahora y las cerró en puños y lanzó un
golpe hacia la oscuridad ante él. Shingo había hecho un movimiento que a
simple vista era similar, pero en realidad no tenían punto de comparación—.
Hablar sobre el tema es innecesario. Una vez que estás en el ring
simplemente haces lo que tienes que hacer.
El fuego que brotó de su puño iluminó su sonrisa confiada, y unos pétalos
que habían estado atrapados en la manga de su chaqueta ardieron con un
brillo diminuto, como la luz de unas luciérnagas.
◆◇◆◇
Fuente:
KOF XII Official Kyo Story | Traducción: @miauneko